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Era una noche oscura y tormentosa; la lluvia caía a torrentes, excepto a intervalos ocasionales, cuando era frenada por una violenta ráfaga de viento que barría las calles (pues es en Londres donde se sitúa nuestra escena), traqueteando a lo largo de los tejados de las casas y agitando ferozmente la escasa llama de las lámparas que luchaban contra la oscuridad.