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  • Me cavé un jardín, y un gato callejero que me llegó a gustar venía a enfurruñarse en el maíz. Me obligué a buscar un nuevo amor y, durante un tiempo, creí haberlo encontrado con una chica de mi oficina. Se derretía en mi cama, pero también sufría depresiones que le eran muy queridas. A menudo me llamaba sólo para suspirar durante dos horas al teléfono, queriendo que aplaudiera su profundidad de sentimientos. Yo cortaba, luego la echaba de menos, deseando haber tenido al menos la sensatez de tomarle una fotografía desnuda.