-
Dada nuestra abundancia, la carga de la prueba debería recaer siempre en mantener, no en dar. ¿Por qué no dar? Nos equivocamos al partir del supuesto de que debemos guardar o gastar el dinero que Dios nos confía. Dar debería ser la opción por defecto. A menos que haya una razón de peso para gastarlo o guardarlo, deberíamos darlo.