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  • Cuando aceptamos nuestra propia belleza salvaje, ésta se relativiza y dejamos de ser conmovedoramente conscientes de ella, pero tampoco la abandonamos ni renegamos de ella. ¿Sabe una loba lo hermosa que es cuando salta? ¿Sabe un felino qué bellas formas hace cuando se sienta? ¿Se asombra un pájaro del sonido que oye cuando abre las alas? Aprendiendo de ellos, simplemente actuamos a nuestra manera y no nos retraemos ni ocultamos nuestra belleza natural. Como las criaturas, simplemente somos, y está bien.