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Siempre intento llegar a un punto peligroso en el color, en el que el color se vuelve demasiado dulce o demasiado áspero, demasiado ruidoso o demasiado tranquilo, y en ese punto sigo queriendo que el cuadro sea fuerte, contundente y portador de todo lo que tiene que tener un cuadro: contraste, dramatismo, austeridad.