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El Salvador mismo es la puerta del redil: 'Yo soy la puerta de las ovejas'. En este redil de Jesucristo, ningún hombre puede entrar si no es conducido por el Soberano Pontífice; y sólo si están unidos a él pueden los hombres salvarse, porque el Romano Pontífice es el Vicario de Cristo y su representante personal en la tierra.