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Es una regla excelente que debe observarse en todas las disputas, que los hombres deben dar palabras suaves y argumentos duros; que no deben esforzarse tanto por irritar como por convencerse mutuamente.
Es una regla excelente que debe observarse en todas las disputas, que los hombres deben dar palabras suaves y argumentos duros; que no deben esforzarse tanto por irritar como por convencerse mutuamente.