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Estos principios, teniendo debidamente en cuenta el tiempo y el lugar, deben aplicarse, de acuerdo con la prudencia cristiana, a todas las escuelas, particularmente en el período más delicado y decisivo de la formación, es decir, en la adolescencia; y en los ejercicios gimnásticos y en el porte debe tenerse especial cuidado del pudor cristiano en las jóvenes y en las niñas, que se ve tan gravemente perjudicado por cualquier clase de exhibición en público.