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Era una mañana de niebla terrosa, sol amarillo y altas hendiduras de cielo azul moteado de nubes blancas. Las hojas de los árboles seguían siendo espesas, pero de los arbustos colgaban hilos de gasa desteñidos y los estridentes gritos de inquietud de las golondrinas que rozaban los verdes espacios abiertos del parque anunciaban el otoño y el cambio.