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No es coherente con la verdad que un hombre sacrifique la mitad de su estómago sólo a Dios, que sea sobrio en la bebida, pero intemperante en la comida. Tu vientre es tu Dios, tu hígado es tu templo, tu barriga es tu altar, el cocinero es tu sacerdote, y el vapor de grasa es tu Espíritu Santo; los condimentos y las salsas son tus crismas, y tus eructos son tus profecías... [tal] cristiano que se alimenta groseramente es semejante a los leones y a los lobos más que a Dios. Nuestro Señor Jesús se llamó a Sí mismo Verdad y no costumbre.