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No hay peor miseria mental que la de ver nuestras propias frases serias, nuestras propias creencias arraigadas, caricaturizadas por un charlatán o un asalariado.
No hay peor miseria mental que la de ver nuestras propias frases serias, nuestras propias creencias arraigadas, caricaturizadas por un charlatán o un asalariado.