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Algún día leerás en los periódicos que D.L. Moody, de East Northfield, ha muerto. No creas ni una palabra. En ese momento estaré más vivo de lo que estoy ahora; habré subido más alto, eso es todo, de esta vieja vivienda de barro a una casa que es inmortal, un cuerpo que la muerte no puede tocar, que el pecado no puede manchar; un cuerpo modelado como Su cuerpo glorioso.