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Una misión no es algo casual, no es un programa alternativo en la Iglesia. Tampoco es una misión una cuestión de elección, como tampoco lo es el diezmo, ni la reunión sacramental, ni la Palabra de Sabiduría. Por supuesto, tenemos nuestro libre albedrío, y el Señor nos ha dado opciones. Podemos hacer lo que queramos. Podemos ir a una misión o podemos quedarnos en casa. Pero todo joven normal está tan obligado a ir a una misión como lo está a pagar su diezmo, asistir a sus reuniones, santificar el día de reposo y mantener su vida inmaculada y limpia.