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Comencé a leer las Sagradas Escrituras de rodillas, dejando a un lado todos los demás libros y rezando, si era posible, cada línea y cada palabra. Esto resultó ser alimento y bebida para mi alma. Cada día recibía de lo alto nueva vida, luz y poder.
Comencé a leer las Sagradas Escrituras de rodillas, dejando a un lado todos los demás libros y rezando, si era posible, cada línea y cada palabra. Esto resultó ser alimento y bebida para mi alma. Cada día recibía de lo alto nueva vida, luz y poder.