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El misticismo ha sido en el pasado y probablemente será siempre una de las grandes potencias del mundo, y es de mala educación pretender lo contrario. Se puede argumentar en su contra, pero no se le debe faltar al respeto más de lo que un escritor perfectamente cultivado trataría (digamos) a la Iglesia Católica o a la Iglesia de Lutero, por mucho que le disgustaran.