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Porque tenía buena voluntad para todos, creía que todos eran mis amigos. Y entonces supe de la traición, que algunos preferían mi fin. No era la buena voluntad que yo sentía lo que convertía a alguien en amigo. Qué buen día, aquel en que aprendí el significado de la palabra. Qué bueno es conocer a mis enemigos (¡aunque sus razones sean absurdas!)