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Hay insistentes llamamientos a la autonomía, apelaciones a una nueva ética de los recursos basada en la tradición de los bienes comunes, demandas de que se restablezca la primacía cultural sobre la hegemonía empresarial y una creciente exigencia de transparencia radical en la política y la toma de decisiones de las empresas. Se ha dicho que el ecologismo fracasó como movimiento o, peor aún, que murió. Es al revés. En un futuro no muy lejano, todo el mundo será ecologista, impulsado por la necesidad y la experiencia.