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  • La vida familiar es demasiado íntima para ser preservada por el espíritu de justicia. Sólo puede ser sostenida por un espíritu de amor que vaya más allá de la justicia. La justicia exige que sopesemos cuidadosamente los derechos y privilegios y nos aseguremos de que cada miembro de una comunidad reciba la parte que le corresponde. El amor no sopesa los derechos y privilegios con excesivo cuidado, porque impulsa a cada uno a soportar la carga del otro.