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Hija de aquel buen Conde, una vez Presidente del Consejo de Inglaterra, y de su Tesoro, Quien vivio en ambos, sin mancharse con oro ni honorarios, Y los dejo a ambos, mas contento de si mismo, Hasta que la triste ruptura de aquel Parlamento lo quebranto, como aquella deshonesta victoria En Queronea, fatal para la libertad, Matando con informe a aquel anciano elocuente. Aunque nací más tarde que para conocer los días en que floreció vuestro padre, por vos, Señora, me parece verle aún vivo; Tan bien alaban vuestras palabras sus nobles virtudes, Que todos juzgan que las relatáis verdaderas, Y que las poseéis, honorable Margarita.