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La industria no necesita desear, y el que vive de esperanzas morirá ayunando. No hay ganancias sin penas. El que tiene un oficio tiene una hacienda, y el que tiene una vocación tiene un cargo de provecho y honor; pero entonces hay que trabajar en el oficio y seguir la vocación, o ni la hacienda ni el cargo nos permitirán pagar nuestros impuestos. Si somos laboriosos, nunca moriremos de hambre; porque en la casa del trabajador el hambre se asoma, pero no se atreve a entrar. Tampoco entrarán el alguacil o el policía, porque la laboriosidad paga las deudas, mientras que la ociosidad y la negligencia las aumentan.