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Así, con el año, vuelven las estaciones; pero no vuelve a mí el día, ni la dulce llegada de la tarde o de la mañana, ni la vista de la flor de primavera o de la rosa de verano, ni los rebaños, ni las manadas, ni el rostro humano divino; sino que me rodea la nube y la oscuridad eterna; de los alegres caminos de los hombres me aparto, y para el libro del conocimiento justo me presento con un espacio en blanco universal de las obras de la naturaleza, para mí expurgado y arrasado, y la sabiduría en una entrada completamente cerrada.