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En esta cultura no está bien hablar con los amigos de causas en las que crees, y mucho menos pedirles que se unan a ellas. Está bien bombardear a perfectos desconocidos con mensajes groseros cada hora del día, pero da un poco de vergüenza, despierta cierta timidez, parece una intromisión, se corre el riesgo de rechazo al compartir verdaderos compromisos de corazón. Es más fácil compartir nuestro cinismo con desconocidos que nuestros sueños con amigos.