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Si queremos alcanzar la verdadera paz en este mundo y si queremos llevar a cabo una verdadera guerra contra la guerra, tendremos que empezar con los niños; y si crecen en su inocencia natural, no tendremos que luchar; no tendremos que aprobar infructuosas resoluciones ociosas, sino que iremos de amor en amor y de paz en paz, hasta que por fin todos los rincones del mundo estén cubiertos de esa paz y ese amor de los que consciente o inconscientemente el mundo entero está hambriento.