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Nora deja a su marido, no porque esté cansada de sus responsabilidades o sienta la necesidad de los derechos de la mujer, como querría la crítica estúpida, sino porque se ha enterado de que durante ocho años ha vivido con un extraño y le ha dado hijos. ¿Puede haber algo más humillante, más degradante que una proximidad de por vida entre dos desconocidos? No es necesario que la mujer sepa nada del hombre, salvo sus ingresos. En cuanto al conocimiento de la mujer, ¿qué hay que saber, salvo que tiene un aspecto agradable?