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No hay excelencia en ninguna parte sin trabajo. Consideraríamos necio a un hombre que dijera: "Deseo que mi negocio prospere, o que mi granja produzca abundantemente, pero no moveré una estaca". Pero no es más necio que el hombre que dice: "Estoy dispuesto a que Dios me bendiga abundantemente, pero yo mismo no haré nada con ese fin." Debemos confiar constantemente en la ayuda del Señor, pero no haremos ningún progreso ni tendremos ningún éxito a menos que nos esforcemos seriamente.