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  • Hay que tener una mente de invierno para contemplar la escarcha y las ramas de los pinos, encostradas de nieve, y haber pasado frío mucho tiempo, para contemplar los enebros, desgreñados de hielo, los abetos, ásperos en el lejano resplandor del sol de enero, y no pensar en ninguna miseria en el sonido del viento, en el sonido de unas hojas, que es el sonido de la tierra, llena del mismo viento, soplando en el mismo lugar desnudo para el oyente, que escucha en la nieve, y, nada ella misma, contempla la nada que no está, y la nada que está.

    Wallace Stevens (2011). "The Palm at the End of the Mind: Selected Poems and a Play", p.89, Vintage.