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El cristiano que está atado a su propio horizonte, la iglesia que vive simplemente para sí misma, está destinada a morir de muerte espiritual y a hundirse en el estancamiento y la corrupción. Nunca agradeceremos bastante a Dios que nos haya dado no sólo todo un Evangelio en el que creer, sino todo un mundo al que dárselo.