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El sueño americano no es un sprint, ni siquiera un maratón, sino un relevo. Nuestras familias no siempre cruzan la línea de meta en el lapso de una generación. Pero cada generación transmite a la siguiente los frutos de su trabajo. Mi abuela nunca tuvo casa propia. Limpiaba las casas de los demás para poder alquilar la suya. Pero vio a su hija convertirse en la primera de su familia en graduarse en la universidad. Y mi madre luchó duro por los derechos civiles para que, en lugar de una fregona, yo pudiera sostener este micrófono.