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En cierta ocasión, el gran virtuoso del piano Paderewski tocaba ante un auditorio de ricos y miembros de la realeza. Tras una brillante actuación, una elegante dama se extasió ante el gran artista. Le dijo: "¡Ah, Maestro, es usted un genio!". Paderewski replicó con sarcasmo: "Ah, sí, señora, pero antes de ser un genio era un torpe". Lo que estaba diciendo era que su actual fama no le había sido servida en bandeja de plata. Él también fue una vez un niño que practicaba laboriosamente sus escalas. E incluso en su mejor momento, detrás de cada brillante actuación había incontables horas de práctica y preparación.