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De ahí que, en lugar del hombre pensante, tengamos al ratón de biblioteca. De ahí, la clase de los bibliófilos, que valoran los libros, como tales; no como relacionados con la naturaleza y la constitución humana, sino como formando una especie de Tercer Estado con el mundo y el alma. De ahí, los restauradores de lecturas, los emendadores, los bibliómanos de todos los grados.