-
Debe ser así, Platón, tú razonas bien. De lo contrario, ¿de dónde esta agradable esperanza, este deseo cariñoso, este anhelo de inmortalidad? ¿O de dónde este secreto temor y horror interior De caer en la nada? ¿Por qué retrocede el alma sobre sí misma, y se sobresalta ante la destrucción? Es la divinidad la que se agita en nosotros; es el Cielo mismo el que señala un más allá, e insinúa la eternidad al hombre. ¡Eternidad! ¡Pensamiento agradable y terrible!