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Del hombre o del ángel, el gran arquitecto ocultó sabiamente, y no divulgó, sus secretos, para ser escudriñados por aquellos que deberían admirar más bien. O, si se ponen a intentar conjeturas, él ha dejado su tejido de los cielos a sus disputas, tal vez para reírse de sus pintorescas opiniones en el más allá, cuando lleguen a modelar el cielo y calcular las estrellas: cómo manejarán el poderoso armazón, cómo construirán, desestructurarán e ingeniarán para salvar las apariencias; cómo ceñirán la esfera con garabatos céntricos y excéntricos, ciclo y epiciclo, orbe en orbe.