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El baile, en su mayor parte, va acompañado de muchas sonrisas amorosas, cumplidos licenciosos, besos impúdicos, canciones y sonetos escabrosos, música afeminada, atuendos que provocan la lujuria, ridículas travesuras amorosas, todo lo cual sólo sabe a sensualidad, a lujurias carnales desenfrenadas. Por lo tanto, es algo que todo buen cristiano debe abandonar por completo.