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Noche lírica del persistente verano indio, campos sombríos sin aroma pero llenos de cantos, nunca un pájaro, sino el canto apasionado de los insectos, incesante, insistente. El cuerno del saltamontes, y a lo lejos, en lo alto de los arces, La rueda de una langosta moliendo sin prisa el silencio Bajo una luna menguante y gastada, rota, Cansada de verano.