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Por una prerrogativa peculiar, no sólo cada individuo avanza diariamente en las ciencias, y puede avanzar en la moral (que es la ciencia, por eminencia, de vivir bien y ser feliz), sino que toda la humanidad en su conjunto realiza un progreso continuo en proporción al envejecimiento del universo. De modo que todo el género humano, en el curso de tantas edades, puede considerarse como un solo hombre que no cesa de vivir y de aprender.