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  • Y ahora estaba más solo, supuse, que nadie en el mundo. Incluso la creación de Defoe, Robinson Crusoe, el prototipo del solitario ideal, podía esperar encontrarse con otro ser humano. Crusoe se animaba pensando que algo así podría ocurrir cualquier día, y eso le hacía seguir adelante. Pero si alguna de las personas que ahora me rodeaban se acercaba, tendría que salir corriendo y esconderme con un terror mortal. Tenía que estar solo, completamente solo, si quería vivir.

    Wladyslaw Szpilman (2011). “The Pianist”, p.145, Hachette UK