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A cualquiera que quiera acoger a tales víboras y diablos insignificantes -que son los peores enemigos de Cristo y de todos nosotros-, hacerse amigo de ellos y rendirles honores simplemente para ser engañado, saqueado, robado, deshonrado y obligado a aullar, maldecir y sufrir toda clase de males, a él le encomiendo a los judíos. Y si esto no fuera suficiente, que les diga a los judíos que usen su boca como retrete, o bien que se arrastren hasta las partes traseras del judío, y allí adoren la cosa sagrada, para después poder jactarse de haber sido misericordioso, y de haber ayudado al Diablo y a su progenie a blasfemar de nuestro querido Señor.