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El tiempo presente rara vez es capaz de colmar el deseo o la imaginación con un disfrute inmediato, y nos vemos obligados a suplir sus deficiencias mediante el recuerdo o la anticipación.
El tiempo presente rara vez es capaz de colmar el deseo o la imaginación con un disfrute inmediato, y nos vemos obligados a suplir sus deficiencias mediante el recuerdo o la anticipación.