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  • Los capitalistas poseían todo en el mundo, y todos los demás eran sus esclavos. Poseían toda la tierra, todas las casas, todas las fábricas y todo el dinero. Si alguien les desobedecía podían meterlo en la cárcel, o podían quitarle el trabajo y matarlo de hambre. Cuando una persona normal hablaba con un capitalista, tenía que encogerse e inclinarse ante él, quitarse la gorra y llamarle "señor".

    George Orwell (2004). “Nineteen Eighty-Four”, p.83, Penguin UK