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El esclavo trabaja, pero sin alegría: no es el camino a la respetabilidad, no le honrará con la confianza de los ciudadanos, no trae pan a su familia, ni grano a su granero, ni ocio en el día de mañana, ni libros o periódicos a sus hijos. No abre las puertas de la escuela, no construye iglesias, no construye fábricas, no coloca quillas, no llena bancos, no gana acres. Con sudor y trabajo e ignorancia consume su vida, para verter las ganancias en canales de los que no bebe, en manos que nunca le honran. Pero perpetuamente roba y a menudo atormenta.