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Si el mundo se acabara mañana y pudiéramos elegir guardar una sola cosa como explicación y recuerdo de quiénes somos, no podríamos hacerlo mejor que el Museo de Historia Natural, aunque no contendría ni un solo ser humano. El orden linneano sistemático, la vasta curiosidad y la gama de conocimientos y belleza cotejados dirían todo lo mejor de nosotros.