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Todo nuestro sistema educativo, desde las escuelas primarias hasta las universidades, está formando cada vez más a personas que nunca han escuchado suficientes argumentos contradictorios como para desarrollar las habilidades y la disciplina necesarias para producir un análisis coherente, basado en la lógica y las pruebas. Las implicaciones de tener a tanta gente tan incapaz de enfrentarse a argumentos contrarios con algo que no sean respuestas ad hominem llegan muy lejos.