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Me pregunto, sólo de pasada, si la ornamentación indeleble que el hombre inscribe en su propia epidermis no responde a una nostalgia del colorido universal generado internamente de corrollas, pieles, conchas, caparazones y alas. Para el hombre ha sido necesario crear tanto obras como herramientas fuera de sí mismo. Pero puede que conserve una oscura nostalgia de crearlas sobre su propio cuerpo, de hacerlas parte de él en lugar de proyectarlas hacia el exterior, sobre una superficie independiente, donde es libre de retocarlas a su antojo, que es precisamente lo que son la pintura y el arte.