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Suponemos erróneamente que la supervivencia del cuerpo tiene más prioridad que la del ego. Esto no suele ser cierto. El ego destruirá alegremente el cuerpo por su propio bien. Fíjese en los ejecutivos con sobrepeso que van camino de sufrir un infarto para salir en la revista Fortune o en las modelos anoréxicas que sufren una lenta inanición para salir en la revista Vogue. Proteger el ego es el caso general.