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La preocupación es un Dios invisible pero omnipotente. Roba el brillo de las mejillas y la ligereza del pulso; quita el apetito y encanece el cabello.
La preocupación es un Dios invisible pero omnipotente. Roba el brillo de las mejillas y la ligereza del pulso; quita el apetito y encanece el cabello.