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  • Ningún hombre usaría nunca las dos manos para sostener una taza de té, a menos que estuviera a un día de marcha del Polo Sur, con un compañero muerto en la nieve, los perros comidos y seis dedos a punto de caerse. E incluso entonces miraba alrededor de la tienda vacía para comprobar, en caso de que alguien pensara que era femenino.