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Pero Shakespeare nunca bebió café. Tampoco Julio César, ni Socrates. Alejandro Magno conquistó medio mundo sin siquiera un café con leche para animarse. Las pirámides se diseñaron y construyeron sin oler una pizca de cafeína. El café no se introdujo en Europa hasta 1615. Los logros de la Antigüedad bastan para acobardar al ser humano moderno, pero cuando te das cuenta de que lo hicieron todo sin cafeína se hace casi insoportable.