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Es simultáneamente la bendición y la maldición del cristiano reflexivo que los creyentes sean llamados a vivir su fe en la iglesia. Ninguna institución ha hecho tanto bien en el mundo; ¡ninguna ha fallado tanto en su vocación! La Iglesia está ordenada por Dios, inspirada por Dios, pero realiza su labor a través de seres humanos sujetos a todos los fallos posibles.