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Puede que algunos te lo compliquen, pero la fórmula es sencilla: Ama a Dios más que a nada. Más que a tu ego. Más que a tu dinero. Más que a tus deseos... Más que a tu sueño al amanecer. Ama a Dios más que a cualquier otra cosa, y la sumisión te saldrá natural.
Ama a Dios más que a cualquier otra cosa, y toda bondad vendrá después.