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Llegar a la mayoría de edad en un estado policial fascista no será divertido para nadie, y mucho menos para gente como yo, que no se siente inclinada a sufrir a los nazis de buena gana y sólo siente desprecio por los cobardes chupadores de banderas que renunciarían gustosamente a su anticuada libertad de vivir por el plato de potaje que les han hecho creer que será la libertad del miedo.